 Carlos
Mikel
Agirregabiria Agirre.

En recuerdo de Carlos de la
Sen, fallecido el 2 de junio de 2006.
Carlos es…, Carlos era…, Carlos fue… una
buena persona, en todas sus facetas. Desde que el día en que nació hasta que se
nos murió. Carlos fue un buen hijo, como lo atestiguan sus afligidos padres
Manuel y Esperanza, a quienes no dio sino alegrías. Carlos fue un buen hermano,
el hermano pequeño ideal para Manuel y Mari Carmen. Carlos fue un buen nieto
para los abuelos que tuvieron la suerte de conocerle, para Vicenta, para
Orencio, para Esperanza.
Carlos fue un buen amigo, buen compañero de
estudios y de trabajo para todos los que le conocimos, desde las aulas del
colegio o de la universidad, desde la empresa o desde la amistad. No
enumeraremos sus nombres para no hacer interminable la lista.
Carlos fue un buen esposo, como nos
recuerda ahora Carmina. Carlos fue un buen padre, para sus desconsoladas hijas
Amaia y Ane. También para sus nuevas hijas, Yasmina y Diana (incluso para Luis
Mari el novio de ésta). Carlos fue un buen tío, para Leire y para Aitor, para
Iratxe y para el otro Aitor, y para todos sus sobrinos. Carlos fue un buen
cuñado para Karmele, para Mikel, y para todos sus nuevos hermanos. Carlos fue
un buen primo, un buen yerno, un buen familiar próximo o lejano,… Carlos fue,
hasta el final, un incansable trabajador. Incluso Carlos fue un buen enfermo, a
pesar de la durísima travesía que debió afrontar en el último año y medio de su
vida.
Carlos fue una buena persona. Alguien con
quien siempre se pudo contar, que invariablemente decía sí, que jamás dejó de
ayudar. Siempre preocupado y ocupado en echar una mano a todos, a sus padres, a
su familia, a sus amigos y a sus compañeros.
Carlos fue la mejor persona con la que nos
pudimos encontrar. Carlos nos deja un inmejorable recuerdo, un recuerdo
inolvidable. Aquí todos le echaremos de menos; allá donde ahora esté no saben
la fortuna que tienen. Les llega un hombre de la mejor calidad humana.
Paciente, estoico, responsable, generoso, desprendido, que nunca se quejará,
que nada pedirá… para darlo todo.
Confiamos que Carlos descubra allí, con
Dios que le sentará a su lado, toda aquella alegría que aquí encontraba con los
suyos o paseando por la playa o por el monte, amando a la Naturaleza en todo su
esplendor. Allí tendrá, al fin, su huerta, sus animales, sus nidos de pájaros,
y todos esos paisajes cercanos o lejanos que tanto añoraba. Carlos ya ha
llegado a Umbe y a la Patagonia, como planeaba la semana pasada. Carlos ya está
en esa laguna azul, apacible y serena con la que soñó anteayer mismo. |