Una reflexión ante el
compromiso asumido por el Parlamento vasco para que el Gobierno estudie, junto
con todos los agentes de la comunidad escolar, una reforma de los
modelos lingüísticos en la
enseñanza antes de febrero de 2007. Este debate debiera basarse en criterios
socioeducativos más que en prejuicios ideológicos o políticos.
Situación actual.
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La "Ley
Básica de Normalización del Uso del Euskara" del 24-11-1982
establecía en su artículo 17 que “El Gobierno adoptará aquellas medidas
encaminadas a garantizar al alumnado la posibilidad real, en igualdad de
condiciones, de poseer un conocimiento práctico suficiente de ambas lenguas
oficiales al finalizar los estudios de enseñanza obligatoria,…”.
Todo ello con independencia del modelo A, B ó D elegido libremente por las
familias. Este mandato institucional se mantiene incumplido 23 años después, si
bien es de reconocer que ha sido la Educación, la comunidad escolar, las
familias, el profesorado y el alumnado quienes más se han esforzado por su
consecución,… aún no alcanzada plenamente.
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La “Ley
1/93 de la Escuela Pública Vasca” de 19-2-93 consensuada en
el “Pacto Escolar” de 1992, establece que “el euskera y el castellano
estarán incorporados obligatoriamente a los programas de enseñanza … en orden a
conseguir una capacitación real para la comprensión y expresión, oral y
escrita, en las dos lenguas, de tal manera que al menos puedan utilizarse como
lenguas de relación y uso ordinarios”.
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Según las
recientes
evaluaciones realizadas en Mayo de
2005 por el acreditado
ISEI-IVEI (Instituto
Vasco de Evaluación e Investigación) sobre el “Nivel
B2 de euskara” al finalizar la enseñanza obligatoria (4º
de la ESO), solamente aprueba el 57,2% del alumnado del modelo D en las pruebas
escritas (porcentaje que aumenta al 68% en la prueba con expresión oral),
mientras que en el modelo B dicha proporciones bajan a 27,5% (y 32,6%), sin que
se relaten los pésimos resultados del modelo A.
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De acuerdo
con los estándares internacionales (en el Marco común Europeo de Referencia),
para
superar esta prueba de euskara el alumnado debía contestar correctamente el 60%
de las actividades examinadas. El nivel B2 define (para segundas lenguas) a un
usuario independiente, intermedio entre el básico y el competente, y en su
nivel 2 representa un estadio avanzado frente al umbral B1. En definitiva, el
B2 es equivalente a los reconocidos
First
Certificate
en inglés,
DELE
en español,
o
Grundstufe
en alemán. Dicho nivel está definido como
Dominio
Operativo Limitado,
el que el
usuario es capaz de entender las ideas fundamentales de textos complejos,
pueden hablar con bastante naturalidad y fluidez, y en consecuencia, la
comunicación se desarrolla sin ser necesario un gran esfuerzo por parte de
ningún interlocutor.
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La
proporción promedio de alumnos que han aprobado la prueba fue del 47,3%. Es
decir, ni la mitad del alumnado vasco egresa con este nivel de competencia
lingüística en euskara. Sería valioso e interesante tasar simultáneamente el
mismo grado de superación del B2 en castellano e inglés, de los que solamente
puede sospecharse que sería muy superior en el primer caso (aunque no pleno) y
menor en el caso del idioma extranjero.
Datos sobre la elección
familiar de modelos lingüísticos desde el año 2000.
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El avance ascendente de los modelos bilingües (B y D) es una realidad
imparable con un total superior al 93% en Educación Infantil, marcándose la
reducción del modelo A (menos del 6,5% actualmente). Como reseña innecesaria se
recuerda que en el modelo D todas las materias se imparten en euskara, y el
castellano es una asignatura más; en el modelo B algunas materias se imparten
en euskara y otras en castellano (en general las matemáticas y aprendizaje de
lecto-escritura); y en el modelo A todas las asignaturas son en castellano,
excepto el euskara.
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Por indicar en orden de salida del sistema educativo, en Enseñanza
Secundaria Obligatoria (ESO), a escala de toda la Comunidad Autónoma Vasca
durante los últimos 6 últimos cursos, desde el curso 2000-01 hasta el presente
05-06 el modelo D ha evolucionado con las cifras: 39,03%, 40,47%,
42,48%, 44,50%, 46,77% hasta el 48,69%. Mientras el modelo B ha
oscilado entre el inicial 24,52%, 24,71%, 24,49%, 24,19%, 23,65% hasta el final
26,38%. El modelo A simultáneamente se reducía desde el 35,76%,
34,06%, 32,28%, 30,55%, 28,81% hasta un 26,34%. El resto,
correspondiente al marginal modelo X (restringido al Colegio Alemán, Francés,…)
variaba entre el 0,69%, 0,76%, 0,77%, 0,77%, 0,77% hasta el 0,75%.
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En Enseñanza Primaria, el modelo D ha evolucionado con las
cifras: 48,32%, 50,23%, 51,93%, 53,88%, 55,17% hasta 56,31%. Mientras el
modelo B crecía levemente desde 28,86%, 29,21%, 29,79%, 30,05%, 30,58%
hasta 30,93%. El modelo A simultáneamente se desplomaba con las
siguientes medidas, desde el 21,92%, 19,68%, 17,43%, 15,25%, 13,45% hasta
11,96%. El modelo X bajaba del 0,9%, 0,88%, 0,85%, 0,83%, 0,81% hasta el
0,8%.
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En Educación Infantil la tendencia hacia el modelo D aún es más
acusada, con distribuciones D-B-A-X que se despliegan desde 59,59
– 29,42 – 10,3 – 0,69% en el curso 2000-01 hasta el 65,03 – 28 – 6,49
– 0,48% en el curso académico actual.
Consideraciones generales y algunas medidas de mejora.
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Para cumplir con el mandato de la
"Ley
de Normalización del Euskara”, que va a cumplir un cuarto de
siglo y por el que ha pasado ya una generación completa de jóvenes, es preciso
reforzar el aprendizaje del euskara con evaluaciones intermedias en las etapas
precedentes (quizá con los sucesivos patrones de los niveles A1 hasta B2). Una
correcta personalización del aprendizaje debiera modular el aprendizaje
lingüístico con algunas sugerencias como las que se enuncian seguidamente.
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Con el fin de superar la situación del euskara como lengua minoritaria
(y minorizada), así para completar el monolingüismo euskaldun en algunas zonas
y familias, es necesario un proceso de inmersión en la segunda lengua oficial
(la no materna) durante las primeras etapas educativas de cada alumno o alumna,
normalmente en la etapa infantil y primeros ciclos de primaria (con otras
soluciones de refuerzo lingüístico para el creciente alumnado de origen
extranjero y llegada tardía).
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Adicionalmente, un mundo globalizado exige, aún más perentoriamente que
nunca, el aprendizaje del inglés con niveles de comunicación oral y escrita a
escala universal de todo el estudiantado vasco. Además, la realidad continental
y los compromisos de la Unión Europea requieren el conocimiento de una segunda
lengua europea, y especialmente del francés como lengua asociada a la realidad
vasca. Ello requerirá el reclutamiento de nuevo profesorado trilingüe (euskara-
castellano – inglés) para las materias generales, formando el trilingüismo
parte esencial del nuevo perfil docente. Innecesario es recordar el logro que
supuso que, en poco más de veinte años, aquel 5% de profesorado bilingüe se ha
transformado, con esfuerzo y sacrificio, en un porcentaje que actualmente
supera el 80%.
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Serán imprescindibles unas evaluaciones secuenciadas, de carácter
individual, grupal y general, en cada ciclo y etapa educativa, donde se
constate el grado de logro parcial de los objetivos finales perseguidos.
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El plurilingüismo debe concluir con varias lenguas vehiculares para el
tratamiento curricular en los últimos tramos de la educación obligatoria o en
la dirigida a la inserción laboral (ciclos profesionales o universitarios).
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Una mayor eficacia en la metodología didáctica exige un tratamiento
integrado de las lenguas, aprovechando las sinergias de una reflexión
filológica común, que supere los compartimentos estancos con didácticas
diferenciadas en cada lengua. En este caso, el profesorado de idiomas de nueva
contratación habrá de ser, preferentemente, más que trilingüe (con dominio de
un cuarto idioma europeo, como el francés o el alemán), a fin de aplique toda
la transferencia posible en los procesos de aprendizaje idiomáticos.
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La animación lectora con tiempos dedicados a la lectura diaria, y en el
uso intensivo de bibliotecas familiares, de aula, escolares o municipales,
habrán de servir para sistematizar los hábitos de lectura y escritura, en
varias lenguas, entre nuestros escolares.
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Será de aplicación general una secuencia flexible de inmersión
complementaria, para asegurar un bilingüismo de base y un precoz desarrollo de
las capacidades fonológicas, seguida cronológicamente con el aprendizaje más
gramatical de la tercera y cuarta lengua en un proceso adaptado a las
condiciones personales de cada persona. Este progreso debe proseguir en las
etapas no obligatorias, con utilización del euskara, castellano e inglés (al
menos) como lenguas instrumentales de enseñanza curricular, en el Bachillerato,
Ciclos Formativos o enseñanza universitaria.
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Un acrecentado dominio lingüístico será un requisito básico para evitar
el lastre que supone una baja comprensión en lectura en el fracaso escolar, que
penaliza singular y destacadamente al alumnado masculino (menos lector,
especialmente en la adolescencia). Las evaluaciones internacionales demuestran
que gran parte de los errores en las soluciones a las preguntas planteadas
proviene de que los enunciados no son entendidos o interpretados debidamente.
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Se considera preferible el mantenimiento de la libertad de elección
familiar entre varios modelos lingüísticos diferenciados, aunque su ejecución
se encomiende a los centros y tutores. Frente a proposiciones de un “modelo
único” plurilingüe, el derecho de las familias a escoger el modelo educativo
representa, en la práctica, elegir la titularidad del centro (público,
concertado o privado), la enseñanza religiosa o laica y el marco de aprendizaje
lingüístico (A, B, D). Estas opciones libres que los progenitores adopten en
materia de modelo idiomático, no debieran limitar las competencias lingüísticas
finales de sus hijos e hijas.
Propuestas
finales.
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Se aconseja la renovación y superación de los actuales modelos
lingüísticos, manteniendo la elegibilidad en una oferta múltiple, reforzando la
euskaldunización en las primeras etapas e intensificando las evaluaciones
individuales y colectivas, incluyendo paulatinamente la tercera lengua
instrumental (inglés) y de modo generalizado a partir del segundo ciclo de la
ESO. La nueva denominación, por razones de continuidad y claridad, podría
reseñarse como A+, B+ ó D+ (+ como potenciado, intensificado o “berria”).
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Los niveles terminales establecidos podrían ser B2 para euskara y
castellano, para inglés B1 (usuario independiente umbral) y A2 (usuario básico
plataforma) para la cuarta lengua europea (preferentemente francés). Esta banda
de competencia puede suponer que un 10-15% del alumnado no alcance estos
niveles mínimos, sin que ello suponga automáticamente su no graduación en ESO,
si otros resultados académicos complementarios así lo aconsejan en la
correspondiente normativa reguladora.
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Estas
competencias idiomáticas debieran establecerse antes de que transcurra un plazo
de 10 años. De este modo, todos los actuales escolares de Educación Infantil
(menores de 6 años de edad) podrían tener garantizadas estas competencias
lingüísticas con los nuevos currículos oficiales derivados de la aplicación de
la
LOE (Ley Orgánica de Educación), y
del próximo “euskal
curriculuma” oficial que debiera incluirse en la
programada Ley del Sistema Educativo Vasco, previsto en el acuerdo de
gobierno 2005-2009. Este futura Ley Vasca de Educación, extrañamente
inexistente en el panorama legislativo que sólo ha regulado a la mitad de su
sistema educativo con la
Ley de Escuela Pública Vasca,
debería ser precedida por relevo de aquel “Pacto Escolar” (suscrito el 15 de
mayo de 1992) mediante un nuevo “Acuerdo Educativo” con los sectores
educativos, sindicales, sociales y políticos.
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